06 abril 2007

Agua (mucha agua) y desarrollo insostenible

Un helicóptero sobrevolaba ayer las obras de la futura Expo 2008 en Zaragoza, completamente anegadas tras el paso de la riada de este año; un fenómeno natural que se produce con el deshielo primaveral y que se ha visto acrecentado en esta ocasión con las lluvias constantes y abundantes de los últimos días.

Todavía no he leído los periódicos de hoy, pero no dudo lo más mínimo que algún que otro cabeza hueca esté ya repitiendo la cantinela de “sobra agua”. De hecho, si no recuerdo mal, hace pocos días (y creo recordar que fue el lunes), el PP en el parlamento andaluz volvió a mencionar que se reconsiderase el trasvase del Ebro, un fantasma de sábanas negras que atormenta desde hace muchos años las conciencias políticas, sociales y económicas aragonesas.

Si se hiciera el trasvase, que Dios os pille confesados y con un buen arsenal de pomadas para curaros las heridas y escozores de las medusas, que se reproducen con más facilidad con el aumento de la salinidad del agua... que sólo es contrarrestada con el agua dulce de los ríos que “se pierde”, que se desaprovecha en el mar.

Mientras tanto, escucho que planean triplicar la población en algunos municipios de la costa murciana, construyendo urbanizaciones. Y, vamos, digo yo que necesitarán agua para ducharse, regar los campos de golf, llenar el lavavajillas, hacer la colada y beber – aunque el agua embotellada también es un excelente negocio -.

No llegamos al 2008. Con inundaciones como la de ayer no se puede trabajar en el meandro de Ranillas. Espero que a nadie le sorprenda que esté un “poquito” encharcado. Sé poco de geología, pero juraría que los meandros y las riberas de los ríos tienen muchas papeletas para ser zonas de inundación cuando crecen los caudales.

“La Naturaleza es sabia”, dice la sabiduría popular, lo que pasa es que semejante afirmación nos la tomamos por el pito del sereno. Hasta que acabemos con ella a fuerza de ignorancia, continuaremos nuestro desarrollo constructivo en pos de la insostenibilidad.

Hasta hace poco se decía que Zaragoza vivía de espaldas al Ebro. Cuando se volvió la vista hacia él, se mezcló una cucharada colmada de especulación, una pizca de ecologismo y un discurso político y económico de desarrollo hacia la modernización de la séptima ciudad española. No sé hacia qué parte caminamos, pero la que veo clara es la especulativa, mientras el río que dio nombre a Iberia no mira ante nada ni ante nadie que haya invadido su camino hacia el mar, porque su cauce es su espacio y nadie tiene derecho a ocuparlo ni a decidir cambiarlo y desviarlo para suministrar su líquido vital hacia lugares que jamás visitó en toda su historia.



(Las imágenes utilizadas se tomaron ayer en la avenida de La Almozara de Zaragoza, en la margen derecha del río Ebro)