06 febrero 2007

Teleconfesión

Imagínese que comete un pecado terrible que le reconcome la conciencia, que le entran ganas de reconciliarse con Dios pero no tiene una iglesia cerca para que un sacerdote se haga cargo de su alma. No se preocupe: seguro que tiene un teléfono móvil a mano.

ADVERTENCIA: Esta historia está basada en hechos reales, como los telefilmes de las 4 de la tarde de Antena 3 de los fines de semana.

¿Tiene el móvil ya?
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Nuestra historia comienza un viernes por la tarde, en un viaje de largo recorrido desde Madrid a cualquier punto de la geografía española. Mi compi de piso, para variar, casi pierde el autobús. Su compañero de viaje fue un cura. Hasta aquí, todo normal. Al cabo de un rato, suena el móvil del religioso. Y éste inicia una videoconferencia. Me puedo imaginar la cara de asombro de mi "flatmate". Para finalizar la conversación, el cura se dirigió a su interlocutor así:

- Hijo mío, la penitencia es dos Padrenuestros y cuatro Avemarías.

Y colgó.

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Tan retrógrada para unas cosas y tan moderna para otras. No creo que los teléfonos de videoconferencia sean precisamente económicos, que respondan al criterio de pobreza que se pregona como uno de los votos de los religiosos. Lo siguiente es la boda por videoconferencia, o con cámara web o algo así. Y, para acabar, una duda: ¿Qué valor divino puede tener esa penitencia a través del teléfono?

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