31 julio 2007

Días extraños

Hay días que, no se sabe muy bien por qué, resultan extraños, en los que las sensaciones pueden llegar a ser muy intensas: alegría inmensa, calma inmensa, inseguridad inmensa o nerviosismo inmenso, como el que estoy viviendo ahora y que no me deja dormir, y que me mantiene absolutamente despejada.

Y no es que me haya subido a una montaña rusa gigante. No. He vuelto de vacaciones y, tras un mes en calma, de paz y tranquilidad, con varios "ataques de diversión" incluidos, hoy he regresado para enfrentarme a dos ruedas de prensa, a una pantalla en blanco tras otra que había que rellenar, a realizar varias llamadas de teléfono, a escribir, a volver a escribir, a llamar por teléfono, a escribir y llamar por teléfono (sí, otra vez).

Tengo la sensación de haber despertado de un sueño y, ¡plof!, ahí está, la realidad. Es la primera vez que sufro el síndome post-vacacional. Y es duro, tras cuatro años sin parar ningún día.

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